Tipos de Hambre y Creencias
TCA
Las personas no tenemos comportamientos independientes de nuestra personalidad, es decir, nuestro comportamiento, ya sea en lo social, en lo laboral, o en nuestra forma de alimentarnos, tiene que ver con los que somos. Y las personas somos lo que creemos.
Nuestras creencias determinan nuestras acciones y decisiones.
Si yo creo que algo tiene valor y es deseable, o por el contrario, creo que algo no tiene valor, eso afectará a las decisiones que tome al respecto, y por lo tanto, determinará mi comportamiento.
Esa es la razón por la que distintas personas, ante una misma situación, pueden tomar distintas decisiones.
¿Qué son las creencias?
Las creencias son información que hemos recibido durante nuestra vida (principalmente en nuestra infancia, de personas en las que confiábamos -nuestros padres y familiares), que nos han llegado en forma de ideas, pensamientos, juicios de valor…y que al creer que eran verdad, se convirtieron en creencias.
Ahora, de adultos, podemos decir:
“yo creo que esto, porque lo dice un médico que tiene un estudio sobre tal…”
Es decir, confío en la fuente de información.
Pero cuando éramos niños, la fuente de información eran nuestros padres, y creímos lo que nos dijeron:
“porque lo dice mi madre/padre y punto”
Teníamos confianza ciega en la fuente de información.
Esto significa que, a través de la educación, nuestros padres nos han transmitido una forma de ver el mundo, las relaciones, la alimentación, el cuerpo…
Esa información es probable que se haya convertido en algunas de nuestras creencias más profundas, que actualmente están determinando la forma en que nos relacionamos con nosotros mismos, con los demás o con la comida.
Algunas creencias son fácilmente reconocibles, sin embargo, hay otras que ni sabemos que las tenemos. Detectarlas es muy importante, ya que, aunque no seamos totalmente conscientes de ellas, están trabajando en modo automático desde el subconsciente, influyendo en nuestra vida.
¿Qué tipos de hambre hay?
Para ser más consciente de nuestra relación con la comida, y de cómo nuestras sensaciones corporales están estrechamente relacionadas con lo psicológico, vamos a ver algunos de los tipos de hambre se han diferenciado:
La pediatra Jan Chozen Bays, en su libro Comer atentos (Ed. Kairós), habla de siete tipos de hambre:
- El hambre visual. Se refiere a cuando nos guiamos más por el aspecto que por otras características de la comida (“comer por los ojos”)
- El hambre olfativa. Se refiere al gran poder sugestivo de los olores. Son capaces de evocar recuerdos y provocar sensaciones, y por eso, pueden desencadenar otros tipos de hambre.
- El hambre bucal. El ambiente y la cultura condicionan este tipo de hambre. Este tipo de hambre se refiere a cuando comemos buscando texturas, sabores concretos y no terminamos de saciarnos nunca.
- El hambre estomacal. Se refiere al hambre fisiológica. Podemos detectarla porque notamos una sensación de vacío en el estómago, o molestias, retortijones…
- El hambre celular. Se desencadena cuando las células tienen déficit de algún nutriente, y nos lo hacen saber por medio de necesidades de alimentación muy concretas y repentinas.
- El hambre mental. Tiene que ver con nuestra educación y con nuestra creencias sobre la alimentación y todo lo que rodea el acto de comer. Se expresa a través de “deberías”, justificaciones o exigencias, sobre lo que está bien o mal comer, y en qué momento.
- El hambre de corazón. Se refiere al hambre emocional, porque trata de calmar emociones, sensaciones, o de llenar vacíos…Es insaciable porque se está recurriendo a la comida para paliar carencias psicológicas: soledad, problemas de apego, falta de conexión…
Si os dais cuenta, todos estos tipos de hambre hacen referencia a elementos ajenos a la comida: la cultura o sociedad, nuestras creencias sobre lo que debemos comer o no, sobre cómo debemos ser, nuestras auto exigencias, nuestra percepción, o necesidades esenciales no cubiertas (apego, conexión, afecto…)
La ansiedad o sensación de urgencia impide que se pueda disfrutar del acto de comer, y además, la persona deja de atender a señales corporales importantes, como la señal de saciedad.
A veces, engullimos con prisa algo que nos parece apetitoso, pero enseguida disminuye su sabor, y seguimos ingiriendo más y más, sin llegar a saciarnos.
Hay que preguntarse si lo que estamos tratando de calamar es el hambre real, o algo en nuestro interior, que podemos llamar hambre emocional.
Para poner todo lo anterior en práctica, te propongo dos ejercicios de autoconocimiento:
- Identificar creencias y patrones de alimentación emocional.
Es muy frecuente que las personas que dan mucho valor a lo estético, al peso o a tener determinada configuración corporal, se hayan criado en hogares donde también se le dio mucha importancia.
Seguramente habrán escuchado comentarios sobre su cuerpo, su peso o sus costumbres alimentarias, ya sea en positivo o en negativo.
De ese modo, desde pequeñas, han captado lo que tiene valor en casa, lo que está bien visto y se premia (con aprobación), y lo qué está mal visto y se castiga (con desaprobación)
Por todo esto, es un buen ejercicio de autoconocimiento preguntarnos qué cosas se valoraban en nuestra casa, y que cosas no.
Siempre hay frases o comentarios que se nos han quedado grabados, y que nos dan una valiosa información sobre nuestra educación. Esta información nos servirá para conocernos mejor, para entender el origen de algunos de nuestros comportamientos, y así poder ser compasivos con nosotros mismos.
2. Identificar y diferenciar entre los distintos tipos de hambre, cuando lo estamos sintiendo.
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